
Belmonte in Sabina
El pueblo medieval de Belmonte en Sabina ha representado a lo largo de los siglos una fortaleza defensiva del feudo de la Iglesia. Belmonte es rico en historia y tradiciones y ofrece la posibilidad de vivir plenamente sus principales atractivos, incluidas las Murallas Ciclópeas y la famosa fiesta del “Turchetto”, dedicada a una galleta local hecha de huevos, harina, azúcar, aceite y avellanas tostadas.
POBLACIÓN
643
SUPERFICIE
23,61 km²
ALTITUD
756 m
Dónde está?
Belmonte en Sabina es un pueblo de 640 habitantes, situado a unos 17 km. de Rieti, a 756 m de altitud sobre el nivel del mar, en una cresta de los Monti Sabini. Un pueblo muy bonito, capaz de combinar su patrimonio histórico y natural, formado por varias iglesias y diversos senderos naturales que serpentean por las colinas y montañas circundantes. Sus orígenes según testigos, su nacimiento se remonta a la época romana, cuando la localidad se llamaba Vatia o Batia, sin embargo, los primeros documentos que la mencionan datan del año 1353. El pequeño núcleo de aquella época se expandió rápidamente, tanto que, en alrededor de hacia 1450, los señores de Belmonte poseían varias casas en los territorios vecinos. En 1483, después de pasar bajo el control de la familia Cesarini, el castillo de Belmonte fue saqueado por los habitantes de Rieti que se habían apresurado a apoyar a los agricultores locales que se rebelaban contra el señor. En 1501 la familia Cesarini obtuvo el apoyo del Papa Alejandro VI y recuperó la posesión del territorio. El 18 de julio de 1600, la familia Cesarini transfirió Belmonte al territorio de Roccasinibalda, a favor de la familia Mattei, que pudo permanecer allí hasta 1676, cuando los dos feudos fueron vendidos por 82.500 escudos a Ippolito Lante della Rovere. Unos años más tarde, Belmonte se convirtió en marquesado del Papa Inocencio XI y, como resultado, el pueblo se expandió, dando origen a nuevos edificios también construidos extramuros. En 1781, Belmonte fue vendida nuevamente al marqués Amanzio Lepri. Hasta 1853, Belmonte experimentó un gran aumento demográfico en el apogeo de un largo período de prosperidad. Lamentablemente, en 1858, una violenta epidemia de tifus mató al 10% de la población y a partir de entonces los primeros fenómenos de emigración continuaron hasta la Segunda posguerra hasta el punto de que, en la década que va de 1951 a 1961, la población disminuyó. de 1132 personas a 864.
¿Qué ver?
El patrimonio histórico y cultural de Belmonte permite al visitante apreciar sus atractivos que representan un verdadero testimonio de su pasado. Las Murallas Ciclópeas, más conocidas como “La Muralla del Diablo”, están situadas en Colle Corionaro y, según la tradición, sólo el Diablo podría haber construido una obra de tal magnitud. Desafortunadamente, la mayor parte se ha derrumbado casi por completo y sólo se conservan unos treinta metros. El Puente Romano más reciente, de 64 metros, que data del siglo I dC, aún muestra un rastro intacto de la famosa Vía Salaria. La pequeña iglesia de Santa Elena, que data del siglo VIII, fue construida sobre un edificio romano anterior, probablemente consistiendo en un lugar de culto. La iglesia es especialmente famosa por una procesión de mujeres que, el 18 de agosto, acudían hasta allí desde toda Sabina para rezar a la Santa para que les ayudara con el flujo de leche. Al lado de Santa Elena se encuentra el Casale Toraniano medieval, una gran granja perteneciente al dominio de Farfa. El Convento de San Nicolás, del siglo XII, situado al noroeste, ha conservado su estructura original, a pesar de su historia milenaria. Las dos iglesias de San Salvatore y Santa Rufina son más recientes y datan del siglo XVI. El primero domina la maravillosa plaza de la ciudad y guarda en su interior un fresco que representa a San Juan Bautista, además de una valiosa copia de San Miguel Arcángel de Guido Reni. La segunda es una pequeña iglesia que conserva un desgastado lienzo que representa a la Virgen y el Niño, atribuible a un artista muy relacionado con Antoniozzo Romano. Belmonte en Sabina también ofrece impresionantes paisajes naturales formados por altas colinas y espesos bosques de robles dominados por la majestuosa belleza del Monte Terminillo. El pueblo es también el punto de partida de la Ruta de la Trufa y la Castaña, un itinerario naturalista y gastronómico promovido por la Comunidad de Montaña, que conecta los municipios del Valle del Turano con el Lago de Turano y Collalto Sabino.